lunes, 2 de marzo de 2009

Inteligencia Musical

La inteligencia musical es una capacidad y sensibilidad para producir y pensar en términos de ritmos, tonos o timbres de los sonidos. Las personas se inclinan por tocar instrumentos musicales, cantar, silbar, escuchar música, componer melodías o atender a sonidos ambientales, son personas innovadoras, capaces de expresar y canalizar sus emociones y sentimientos y con una gran capacidad de desarrollar las matemáticas.
La capacidad musical incluye habilidades en el canto dentro de cualquier tecnicismo y género musical, tocar un instrumento a la perfección y lograr con él una adecuada presentación, dirigir un conjunto, ensamble, orquesta; componer (en cualquier modo y género), y en cierto grado, la apreciación musical. Sería, por tanto, no sólo la capacidad de componer e interpretar piezas con tono, ritmo y timbre en un perfeccionismo, sino también de escuchar y de juzgar. Puede estar relacionada con la inteligencia lingüística, con la inteligencia espacial y con la inteligencia corporal cinética.
La inteligencia musical también se hace evidente en el desarrollo lingüístico, por cuanto demanda del individuo procesos mentales que involucran la categorización de referencias auditivas y su posterior asociación con preconceptos; esto es, el desarrollo de una habilidad para retener estructuras lingüísticas y asimilarlas en sus realizaciones fonéticas, ya en su micro estructura (acentuación de las palabras: afijos – morfología) como en su macroestructura (entonación en realizaciones más largas: sintaxis).
Es un tipo de inteligencia muy poco desarrollado en los sistemas educativos tradicionales, algunos niños la desarrollan en clases particulares, pero más que nada guiados por los gustos musicales de los padres y no se realiza una exploración de sus propias motivaciones musicales. Las personas con discapacidad mental tienen una sensibilidad especial hacia la música, es importante recordar que algunos chicos pueden tener lesiones que les impida hablar, pero pueden tener la capacidad de cantar o seguir un ritmo, por tanto es una fuente de estimulación muy adecuada.

Howard Gardner, el autor de la Teoría de las Inteligencias Múltiples, afirma que los individuos que han tenido contacto frecuente con la música pueden manejar los tres componentes y que éstos los ayudan a participar en actividades musicales con cierta destreza, ya sea componiendo, cantando o ejecutando instrumentos o simplemente disfrutándolas.

En la escuela preescolar se canta casi todos los días, pero luego en la mayoría de las escuelas —cuando los alumnos pasan a primaria— el sistema escolar casi parece olvidarse esta posibilidad limitándola a cantar el Himno Nacional, lo cual es lamentable, ya que el aprendizaje del canto y la música ayudan mucho, incluso en otras áreas ajenas a ella como matemáticas, lenguaje, e incluso historia y geografía, pues la música puede dar el contexto de acontecimientos y zonas geográficas.

La música tiene una estrecha vinculación con las emociones: utilizándola así durante la vida escolar también proporciona un medio de expresión con ricas posibilidades y ayuda a crear un entorno emocional positivo.

Una de las grandes ventajas de la música es la variabilidad que ha logrado, y por lo tanto puede utilizarse para destacar momentos tristes, alegres, de humor, ambientando hechos históricos, literarios, etcétera. Esta estimulación musical puede darse dentro del hogar y en la escuela.
Características

El autor de esta teoría afirma que las aptitudes musicales surgen desde que somos muy pequeños, tal vez antes que las aptitudes del resto de las inteligencias. Desde el inicio de su vida los niños sienten el impulso por la música y ellos mismos la hacen con los primeros balbuceos, golpeando, manoteando y llevando el ritmo, incluso en niños con hipoacusia se observa el impulso potencial por la música a través de la vibración que el sonido produce.

Desde la antigüedad los griegos consideraban el cultivo de la música como una parte muy importante de la educación; sin embargo, en muchos planes escolares es una de las primeras materias acotadas para dedicarle más tiempo al lenguaje verbal y las matemáticas, lo cual resulta paradójico, pues precisamente la música es un gran recurso para apoyar el desarrollo de esas materias.

Es deseable que niños y jóvenes tengan la oportunidad de introducirse en el manejo de algún instrumento, recibir clases de apreciación musical y actividades donde intervengan el canto, el baile y la asistencia a conciertos que deben formar parte integral de la educación.
Afortunadamente, muchos niños y adultos disfrutan con el ritmo y la melodía y escuchan música por placer: esta afición se observa incluso en personas que no han tenido oportunidades educativas al respecto.

Hay una amplia gama de habilidades musicales y un niño puede tener unas u otras, por ello es imposible determinar la inteligencia musical mediante un listado que contemple solamente algunas dimensiones de esta compleja inteligencia. Sin embargo, a continuación se mencionan características que pueden ayudar a identificar a un niño o adulto con este tipo de inteligencia musical desarrollada:

v Escucha y demuestra interés por una variedad de sonidos que incluyen la voz humana, los sonidos ambientales y la música, y es capaz de organizar, imitar o recrear tales sonidos.
v Disfruta y busca ocasiones para escuchar música o sonidos ambientales en el ámbito de aprendizaje.
v Muestra disposición por explorar y aprender de la música y de los medios.
v Desarrolla la habilidad para cantar o interpretar un instrumento.
v Disfruta improvisando ritmos, y le da sentido musical a las frases.
Responde a la música:

v Cinestésicamente: imitando la dirección, ejecución, creación de movimientos expresivos, el baile y la danza.
v Emocionalmente: interpretando y sintiendo los ritmos y tiempos de la música.
v Intelectualmente: mediante el debate y el análisis.
v Estéticamente: mediante la evaluación y exploración del contenido y significado de la música.
v Reconoce y expone las características de diferentes estilos y géneros musicales y variaciones culturales. Y entre ellas es posible evidenciar que:
v Demuestra interés por el papel actual y futuro que desempeña la música en la vida humana.
v Recopila música e información acerca de ella en diversos formatos, tanto grabados como impresos, y posiblemente colecciona partituras y ejecuta instrumentos musicales, incluidos los sintetizadores.
v Desarrolla habilidad para cantar y/o ejecutar un instrumento, solo o en compañía de otras personas.
v Emplea el vocabulario musical y las notaciones musicales.
v Desarrolla un marco de referencia personal para escuchar música.
v Disfruta improvisando y ejecutando sonidos y dada una frase musical, puede escucharla y darle sentido.
v Ofrece su propia interpretación del mensaje que un compositor comunica por medio de la música. Puede también analizar y criticar selecciones musicales.
v Expresa interés por carreras relacionadas con la música, tales como: cantante, instrumentalista, ingeniero de sonido, productor, crítico, docente de la materia o director de orquesta.
v Puede crear composiciones y/o instrumentos musicales originales.

El cultivo de este tipo de inteligencia representa un fértil campo de posibilidades estéticas y placenteras, pues el gozo de escuchar la música está generalizado en todas las culturas y los gustos y aficiones son inconmensurables.

Aunque no se sea un experto, el estudio y profundización de los elementos que la componen cultivan el gusto y las formas estéticas de quienes escuchan música, ya sea popular o clásica.

Estructuras cerebrales que participan en el procesamiento de la música
La música es un estímulo sumamente complejo, que requiere procesos sensoriales, cognitivos, emocionales y motores, por lo cual, aunque existen algunas estructuras cerebrales especializadas en los diferentes niveles de procesamiento auditivo, debemos considerar el funcionamiento del sistema nervioso en su conjunto. Podemos pensar que éste es un conjunto de subsistemas, cada uno de los cuales consta de elementos nerviosos que intervienen en una parte del procesamiento de la información, ya sea interna o externa.
Sabemos que se necesita el adecuado funcionamiento de la vía sensorial auditiva; sin embargo, también participan otros sistemas sensoriales. La percepción musical, además de la capacidad de escuchar las notas, los tonos, los acordes, la duración, el timbre y la intensidad, requiere la de percibir las relaciones secuenciales y espaciales de las notas, su melodía, armonía y ritmo. Para la apreciación y ejecución de una pieza musical también es conveniente la memoria musical, motora y verbal. Al escuchar una melodía, la persona utiliza la memoria para saber si la ha escuchado antes, qué experiencias han sido asociadas a ella, además de identificar a qué categoría pertenece. También se requiere la memoria a corto plazo, para seguir una asociación secuencial de notas y percibirla como música. En el caso de canciones, la música está asociada, además, a una memoria verbal.
La audición de una pieza musical puede provocar una activación de las vías motoras. En algún momento podemos sorprendernos a nosotros mismos moviendo los pies, las manos o alguna otra parte del cuerpo, aunque en otros casos esto no sea tan evidente. Para la ejecución de un instrumento musical es necesaria la activación de patrones motores sumamente complejos instaurados en la memoria.
Por su efecto sobre las emociones, la experiencia musical provoca la participación de numerosas estructuras cerebrales relacionadas con la motivación y la emoción. Otros procesos cognitivos, como la atención, el aprendizaje y el pensamiento, también tienen su participación en ello.
Por todo lo anterior, se comprende la dificultad del estudio de la experiencia musical. No podemos hablar de estructuras específicas, aisladas, involucradas en la percepción musical, sino de un complejo sistema, el nervioso, que implica un conjunto de elementos, cada uno con una función, pero que comparten un fin común.






Importancia de algunas estructuras cerebrales en la experiencia musical
El proceso inicial del sistema relacionado con la experiencia musical capta los sonidos, que son cambios repetitivos en la presión del algún medio, comúnmente el aire o el agua. Son vibraciones con diferentes frecuencias, captadas y codificadas por el oído y transformadas en señales eléctricas conducidas a través del nervio auditivo hacia el sistema nervioso central. La información llega a la corteza auditiva localizada en la cara lateral de la corteza cerebral (lóbulo temporal). En esta área se recibe y analiza el estímulo auditivo, es decir, aquí oímos. Estas áreas se comunican con las secundarias, que permiten integrar grupos de estímulos acústicos presentados de manera simultánea y también de series consecutivas de sonidos de diferente tono y estructuras acústicas rítmicas.
Penfield y Perot en 1963 observaron que al estimular las áreas secundarias mostraban alucinaciones musicales. Las señales eléctricas son, así, retransformadas en la corteza para dar una experiencia subjetiva de la música. Otras áreas, llamadas de asociación, tienen un papel importante en la integración, interpretación y almacenamiento de la información que reciben de los sistemas sensoriales. Una pieza musical nos puede evocar toda una situación: por ejemplo, el restaurante donde estábamos, el decorado que tenía, el olor de la comida, la temperatura cálida, la persona que nos acompañaba, la emoción que sentimos, etcétera.
Por su parte, la región más anterior de la corteza cerebral (prefrontal) está en íntima comunicación con casi todas las zonas principales de la corteza cerebral y ejerce un papel decisivo en la formación de intenciones y programas, así como en la regulación y verificación de las formas más complejas de la conducta humana. Una de sus funciones es mantener la atención en un estímulo, e inhibir otros que no son relevantes en el momento. Estas áreas también participan en la integración de la personalidad del individuo, la planeación de su conducta a corto, mediano y largo plazo, así como en la regulación de las emociones, ya que se encuentran en estrecha comunicación con estructuras del sistema límbico, el cual está formado por un conjunto de estructuras que tienen que ver con la producción y la regulación de las emociones. Una de estas estructuras, la amígdala, se ha relacionado con el tono emocional, el placer, la conducta consumatoria, el miedo, la tristeza y la alegría, además del control de la agresión, la inhibición de la actividad y la vocalización emocionales. El hipocampo, otra estructura de este sistema, permite que haya innovación, media los estados de alerta y la familiaridad ante los estímulos, así como su orientación espacial. Las áreas frontales permiten mantener la atención hacia la música y, junto con el sistema límbico, responder emocionalmente a ella.
No sólo la vía auditiva es capaz de responder a la música; otros sistemas sensoriales pueden ser activados por ella. Se conoce, por ejemplo, la existencia de una conducción ósea del sonido y que las vibraciones del aire causadas por las ondas sonoras pueden ser percibidas a través del tacto. Por otro lado, debido a que la música puede evocar imágenes, otras áreas cerebrales relacionadas se ven involucradas.
Cuando se estudia el funcionamiento del sistema nervioso no debe perderse de vista su plasticidad, ya que el cerebro es un sistema dinámico, en constante cambio. Las células cerebrales modifican de modo continuo su estructura y funcionamiento, con base en los requerimientos ambientales y el aprendizaje. Los músicos, por ejemplo, aprenden a escuchar diferencias de tono imperceptibles para personas sin entrenamiento musical, establecen una facilitación de vías nerviosas vinculadas a la regulación de patrones motores finos, desarrollan la imaginación auditiva, y son capaces de escuchar internamente, sin estimulación externa, entre otras facultades.
Además de todas las áreas cerebrales mencionadas, para que la información auditiva sea recibida en la corteza cerebral, también se requiere un cierto nivel de activación del sistema nervioso, regulado por otras estructuras en la base del cerebro. Gran parte de la investigación sobre el funcionamiento cerebral relacionado con la música y las emociones se ha centrado en la especialización hemisférica.
Especialización hemisférica
El cerebro se divide en dos hemisferios: izquierdo y derecho. Cada uno está formado por estructuras iguales, de tal manera que tenemos un par de cada una de éstas, con excepción de unas cuantas que son únicas.
Hay un gran número de pruebas sobre la existencia de una especialización de los hemisferios cerebrales para algunas funciones cognitivas. Se ha encontrado que el hemisferio izquierdo de personas diestras procesa preferentemente información lingüística, matemática y lógica, mientras que el hemisferio derecho, información emocional, musical y espacial. Sin embargo, en algunas investigaciones se ha puesto de manifiesto que, más que el contenido de la información, lo fundamental es la estrategia utilizada en la percepción, el procesamiento y la expresión de ésta. Así, el hemisferio izquierdo lleva a cabo un análisis lógico, secuencial, detallado y parcial de la información, mientras que el hemisferio derecho utiliza estrategias de tipo global y sintético.
La lesión del hemisferio derecho interfiere con el sentido del tiempo y la habilidad para percibir, reconocer o recordar tonos, volumen, timbre y melodía, así como con el cantar y el sentir placer al escuchar la música. El estudio de pacientes con daño en diferentes zonas y hemisferios del cerebro revela que la habilidad para detectar cambios en el tono depende de la región anterior del hemisferio derecho, mientras que para reconocer errores de ritmo y fraseo en piezas musicales familiares se requiere la actividad de los dos hemisferios. Por otra parte, la porción central del hemisferio izquierdo media aspectos secuenciales del estímulo auditivo en general.
Se han advertido diferentes tipos de amusias, término que se refiere a la pérdida de la capacidad musical, como consecuencia del daño cerebral. En general, se clasifican en sensoriales y motoras. Dentro de las sensoriales están: la amusia oral-expresiva, que es la incapacidad para cantar, silbar o tararear; la instrumental o apraxia musical, que es la incapacidad para ejecutar un instrumento, y la agrafia musical, incapacidad para escribir música. Dentro de las amusias sensoriales se consideran: la receptiva o pérdida de la habilidad para discriminar entre melodías; la amnésica, problemas para identificar melodías familiares, y la alexia musical, pérdida de la habilidad para leer una notación musical. Pueden presentarse en forma aislada o combinada. Se conoce muy poco acerca de las áreas cerebrales afectadas en estos diferentes tipos de alteraciones.
Estudios en personas normales han demostrado que el hemisferio derecho predomina en la percepción y expresión del timbre, los tonos, los acordes, la intensidad y la melodía musicales, así como de sonidos ambientales no verbales.
A pesar de todas las investigaciones que apoyan la especialización hemisférica, existen algunas en las que ésta no se ha encontrado en sujetos normales, debido a que la información fluye entre los hemisferios en unos cuantos milisegundos. Además, en condiciones normales de la vida cotidiana se requiere la participación de ambos hemisferios para la adecuada interpretación de la información. Se sugiere que también intervengan en diferente grado en la mayoría de las funciones.
En el caso de la música, aunque se plantea que el hemisferio derecho está especializado en los aspectos melódicos, armónicos y emocionales, el hemisferio izquierdo parece relacionarse con la percepción de aspectos secuenciales y rítmicos. De hecho, existe un programa de rehabilitación de pacientes que perdieron la capacidad de hablar (afasia de Broca) por una lesión de áreas anteriores del hemisferio izquierdo (lóbulo frontal) y a quienes, con terapia melódica entonacional, se les ayuda a readquirir el lenguaje a través del canto; con ello se aumenta la participación del hemisferios derecho en el habla.
Se han descubierto diferencias en la especialización hemisférica de la música entre músicos y no músicos, entre hombres y mujeres, entre zurdos y diestros, dependiendo de los requisitos y la complejidad de la tarea a realizar.
Los mecanismos neuropsicológicos involucrados en la experiencia emocional están íntimamente ligados a los relacionados con el procesamiento de la información musical. Existen evidencias de que el hemisferio derecho también está especializado en la comprensión del estímulo emocional y en la expresión de la emoción experimentada, así como su participación en la comprensión necesaria para interpretar las expresiones faciales, las escenas emocionales y la entonación de la voz. En cambio, cuando se trata de identificar el contenido semántico del habla, el hemisferio izquierdo tiene un papel importante.
En conclusión, en sujetos normales, ambos hemisferios intervienen en diferentes aspectos, en la percepción de la música y las emociones, dependiendo de diversos factores individuales, las características de la música y los requisitos de la tarea a realizar, entre otros.
A partir de los estudios de Broca, Wernicke, Fritz y Hitzig y otros investigadores del siglo pasado, se tenía una visión localizacionista de las funciones de los hemisferios cerebrales; sin embargo, ahora existe una más sistémica, en la cual se plantea la existencia de una relación dinámica entre las diversas estructuras cerebrales para hacer posible una función específica.
En general, las emociones son más congruentes con la música que con las palabras, ya que comparten características sintéticas, continuas y globales, más ligadas al procesamiento del hemisferio derecho, mientras que el lenguaje lógico del hemisferio izquierdo difícilmente interpreta las señales musicales y emotivas.
Cambios electrofisiológicos producidos por la música
La experiencia musical y emocional produce respuestas a nivel del sistema nervioso central y periférico susceptibles de medirse eléctricamente a través de cambios en la actividad eléctrica cerebral (eeg), en la resistencia eléctrica de la piel, modificaciones en la presión sanguínea, la frecuencia cardiaca, la respiración y otras funciones autónomas.
Por ejemplo, la tensión muscular es mayor al escuchar los conciertos de Brandeburgo que cuando se realiza una tarea aritmética, y la actividad de diferentes músculos durante la solución de una tarea aumenta al escuchar música irregular y disminuye con música serena, en comparación con lo que sucede cuando se efectúa sin música. También se ha reportado un decremento de la frecuencia cardiaca y la presión sanguínea al escuchar melodías tranquilas durante el trabajo de parto, asociado a una disminución del dolor, en lugar de escuchar una lectura, música rock, o autoseleccionada.
Existen pocos estudios acerca de los cambios fisiológicos que produce la música, especialmente en la actividad eléctrica del cerebro. La mayoría de ellos se han centrado en el estudio de la especialización hemisférica durante el procesamiento de tareas musicales, emocionales y verbales, pero poco se ha hecho en relación con el placer estético experimentado al escuchar la música, sin necesidad de realizar algún tipo de tarea.
La eeg representa la actividad eléctrica de millones de células cerebrales y se ha caracterizado en cuatro ritmos o bandas principales: delta, theta, alfa y beta, con distintos niveles cada uno.
Al examinar los efectos de la música como un agente reductor del estrés, se encontró un incremento de la activación cerebral (beta) cuando los sujetos escuchan una pieza de tipo New Age de Halpern. Estos efectos se reducen si los sujetos escuchan música de Chopin antes de la de Halpern. La música de Chopin es percibida como más tranquilizante y más agradable que la de este último y al parecer reduce el estrés causado por aquélla. También se han descubierto algunas correlaciones entre la experiencia subjetiva y el eeg al escuchar música clásica y rock; el incremento del alfa parece reflejar una mayor atención y el de beta se vincula a estados displacenteros.
En otro estudio se encontró un incremento en la proporción de theta durante la audición de música clásica en sujetos aficionados a ella, además de un decremento en la proporción de alfa, y se observó un patrón inverso al escuchar el llanto de un bebé. Alfa es un ritmo que típicamente se ha asociado a un estado de relajación, mientras que beta a uno de activación relacionada con la atención a estímulos externos. Theta, por su parte, es un ritmo que aparece durante el sueño, pero que a través de análisis computacionales se ha podido estudiar durante la vigilia y se asocia a estados de atención hacia estímulos internos y a estados emocionales, por lo que no es extraño que se incremente al escuchar música. En estudios recientes también se ha encontrado un decremento en la semejanza de la actividad entre áreas homólogas de los hemisferios cerebrales (correlación interhemisférica) en distintas partes del cerebro al escuchar música de Grieg.
Al igual que todos los procesos conductuales, emocionales y cognitivos, el procesamiento de la música y sus efectos dependen de la actividad del sistema nervioso central, de tal manera que si se quiere comprender la forma en que la música modifica la conducta humana, es importante conocer los mecanismos psicofisiológicos que subyacen a su percepción, reconocimiento e interpretació
El efecto Mozart.
En los años 50 el investigador francés, Alfred Tomatis, comenzó a utilizar la música del compositor Wolfgang Amadeus Mozart, para tratar individuos con ciertas enfermedades y discapacidades. En la actualidad, existen centros en diversas partes del mundo donde se aplica su método. En 1993, los profesores e investigadores Frances Rauscher, Gordon Shaw y Katherine Ky, publicaron en la revista Nature los hallazgos de un estudio que realizaron con estudiantes universitarios. Éstos después de exponerse a la música de Mozart por 10 minutos tuvieron una experiencia significativa, pero temporal, aumento en la capacidad de razonamiento espacial (capacidad para percibir con corrección el espacio y actuar con eficacia). Con esto creció la creencia de que exponer a los bebés a la música clásica de este compositor los haría más inteligentes. Añade que representa el uso general de la música para mejorar la memoria, la conciencia y la integración de estilo de aprendizajes; el uso terapéutico de la música para desórdenes físicos y mentales y mejorar la escucha y los desórdenes de atención, entre otros usos.
“Antes se creía que la música afectaba sólo una parte del cerebro, ahora se sabe que involucra todas las partes del cerebro. Estudiar un instrumento enciende ambos hemisferios del cerebro. Además, no es un mito que la gente retiene información cuando lo marcan con la música”, señala la sicóloga, quien creó un disco con composiciones clásicas a las cuales les añadió letra para que las mamás las canten a sus hijos.
Ésta es la diferencia que hace el método Tomatis, el cual utilizando un oído electrónico que filtra la música hace que la persona escuche sólo las frecuencias o tonos altos. Estas frecuencias altas y los muchos patrones rítmicos repetitivos en las composiciones de Mozart, detalla Torres, son los que ayudan al cerebro a organizarse mejor, por lo que tienen un efecto terapéutico en individuos con desórdenes del desarrollo, aprendizaje o lingüístico.
Torres menciona que ha atendido niños que luego de las terapias mejoran su desempeño en las pruebas que miden el coeficiente intelectual, pero esto puede deberse a que tenían alguna dificultad para prestar atención o en el lenguaje que mejoró con el tratamiento. Las entrevistadas coinciden en que, a pesar de que no se pueda estipular que las composiciones de Mozart hacen a los niños más inteligentes, es bueno que sean expuestos a la música, por dichas razones.
Sugerencia de actividades
El disfrute de la música es una capacidad inherente a todas las personas y merece ser desarrollada, aunque no estén totalmente definidas todas las habilidades propias de un músico.
La música desempeña un papel importante en cualquier ámbito educativo, ya sea éste el hogar o la escuela, ya que la música de fondo suave para acompañar tanto a los adultos como a niños y jóvenes mientras trabajan, juegan o hacen sus tareas les brinda un clima agradable, distendido, concentra la atención y eleva los niveles de energía.
Es importante proporcionar la oportunidad a todos los niños de que escuchen, canten y bailen las canciones propias de su folklore y el de otros países.
Aprovechar el interés que muestren en determinada música, posiblemente de moda e irles presentando melodías y partes muy aceptadas de obras de autores clásicos, sin forzarlos pero estimulándolos a escucharlas.
Conocer el contexto sociocultural en el que vivieron los compositores y pasajes de su vida y de las circunstancias como realizaron la obra, es un buen preámbulo antes de escuchar sus composiciones, logra que vayan aprendiendo a escuchar activamente y a concentrarse en la música, aunque sea por breves momentos, que pueden ir aumentando si los chicos van interesándose en la composición musical.